Comentario
A las 5,35 del día 10 de mayo de 1940 el Führer, como comandante supremo, ordena el ataque en el oeste. Ataque simultáneo contra Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Francia, mientras se combatía todavía en Noruega: 89 divisiones (más 47 en reserva), 3.000 carros y 3.200 aviones penetran en los tres primeros países y la Luftwaffe bombardea Francia, hasta el Ródano.
En Holanda, el plan alemán consiste en circunvalar las líneas de inundación, para lo que se hace imprescindible controlar los puentes, especialmente en el Moerdijk y en el Maas, la zona de Rotterdam, y los aeropuertos de las grandes ciudades. Un plan adicional prevé la captura del Gobierno en La Haya.
El 10 de mayo La Haya y Rotterdam son atacadas por tropas aerotransportadas, mientras se desencadena el ataque en la frontera este de Holanda. Los alemanes fracasan en tomar los diques que cierran el Zuiderzee en el norte, lo que les impide alcanzar Amsterdam. En el centro, el mismo día alcanzan los ríos Ijssel y Maas. Tampoco pueden ocupar algunos aeropuertos alrededor de La Haya y esto salva al gobierno holandés; aquí los alemanes dejan en manos enemigas a 1.100 prisioneros, embarcados inmediatamente hacía Gran Bretaña.
No ocurrió lo mismo en Waalhaven, el aeropuerto de Rotterdam, que cae en manos alemanas pero no así la ciudad. Mientras, sólo algún avión holandés trata de contrarrestar los ataques aéreos alemanes -los aviones aliados no hacen acto de presencia-. Para el día 12 puede decirse que la aviación holandesa ha dejado de existir.
El 10 caen también los puentes del Moerdijk, intactos, en manos alemanas. El país queda partido en dos y Winkelman pide urgente ayuda a Gamelin, que le envía a Giraud, como veremos.
Mientras, la sorpresa táctica y los trucos de los alemanes en la frontera del este hace caer intactos en sus manos los puentes, como el de Gennep, con la colaboración de nazis holandeses. En el sur irrumpen en Limburgo y penetran en Bélgica, como se verá.
El 11 los alemanes alcanzan la Línea Grebbe, superada con la aviación y bombardeada duramente. En las provincias del norte la resistencia holandesa es más decidida. Las destrucciones de puentes y las inundaciones aminoran la marcha de los alemanes, pero los resultados prácticos son escasos. En Frisia en el Afsluitdijk, los holandeses consiguen resistir -día 11-, lo mismo que en Kornwerderzand, nada menos que hasta el día 14, el día de la capitulación.
Tras la superación de la Línea Grebbe los soldados holandeses comienzan a desmoralizarse, pese a que han pasado sólo dos días desde la invasión. El 13 cae Rhenen en manos alemanas, y el mando decide abandonar toda la posición. Los holandeses se retiran precipitadamente, a veces en desorden.
En el sur, en el Peel, la resistencia es sólo mediana, y los atacantes pueden tomar contacto con quienes han ocupado el Moerdijk.
Finalmente, el 11 llegan a Breda dos divisiones motorizadas francesas y se produce ya un pequeño choque en el canal Wilhelmina, que obliga a los franceses a retroceder ante los carros y los ametrallamientos aéreos. Paralelamente, comienza el éxodo de la población civil hacia Bélgica. Pero Giraud ha avanzado tanto que ha perdido por el camino su intendencia y municionamiento y ha de retirarse a Amberes, en el norte de Bélgica.
La situación de las fuerzas holandesas se agrava. La reina Guillermina pide ayuda a los británicos, pero ésta no llega. La reina decide huir a Londres, asumiendo el poder el general Winkelman; también el Gobierno holandés toma el camino del exilio, mientras el pueblo protesta irritado contra quienes los gobiernan, en tanto que la desmoralización de la tropa es ya muy profunda.
Hemos visto que el intento de tomar la ciudad de Rotterdam ha fracasado. Los alemanes reanudan el ataque, pero la ciudad resiste, defendida por la infantería de Marina. Se entablan conversaciones para la rendición, pero éstas se alargan. Los alemanes deciden bombardear la ciudad, mientras prosiguen la ofensiva, que dura hasta el 23 de mayo, cuando los alemanes habían rodeado ya a los belgas y alcanzado Abbeville, en Francia.
La caída de Holanda es un duro golpe para los aliados: este país ha dejado de existir como fuerza combatiente, salvo por lo que respecta a parte de su Marina, que colaborará con los aliados en el mar de Java. Al comenzar a ceder los holandeses, los alemanes lanzan una contraorden, pero ésta, al parecer, llega tarde o llega parcialmente: el bombardeo aéreo (día 14) arrasará muchos barrios de la ciudad -78.000 habitantes sin vivienda y causará más de 900 muertos-. Mientras los incendios se extienden, se entablan las conversaciones para la rendición. El mismo día 14 el general Winkelman la firma. Esta no incluye a las tropas de Zeeland que combaten todavía junto a los franceses y que aguantarán hasta el 17, cuando el frente francés ya se ha hundido en Sedán. Algunas resistencias se llevan a cabo todavía en el canal Terneuzen-Gante; la última es en Zeeuwsch Vlanderen, norte belga. Al mismo tiempo, y sólo el 11, el rey Leopoldo III decide poner a sus tropas bajo el mando del general francés Georges.
El repliegue aliado desde Holanda provocan confusiones en las líneas belgas. El general francés Prioux constata que las defensas belgas están incompletas y propone una retirada hasta el río Escalda, en el oeste, para tratar de resistir allí, pero Gamelin y Georges no lo aceptan, porque "esto significaría retroceder".
El 12 los belgas se sitúan entre el VII Ejército francés del general Giraud y el BEF: a trancas y barrancas, la unión entre los aliados se ha realizado, lo que en estas circunstancias es un éxito. Pero los aliados franceses y británicos han tenido muchas pérdidas -sin contar las belgas- durante los ataques aéreos para aliviar a los defensores de la zona de Eben Emael (50 por 100 de aviones perdidos), y en carros y vehículos al intentar detener a las unidades acorazadas alemanas.
Por si fuera poco, una nueva amenaza se perfila por el sureste. El día 10 los dos grupos blindados de vanguardia de von Kleist, del Grupo A de Rundstedt, penetran velozmente en Luxemburgo, cruzan el país sin encontrar resistencia y avanzan por las Ardenas belgas. Los alemanes se han dado cuenta de que los aliados se están metiendo en la trampa belga, tal como ellos habían esperado, y pretenden completar la maniobra que los va a llevar a las Ardenas francesas y a Sedán y a separar a los aliados que combaten en Bélgica de los que se hallan en Francia. La penetración en las Ardenas no halla reacción belga ni, apenas, francesa, ni se producen ataques aéreos aliados, lo que podía haber puesto en aprietos a los alemanes. Más tarde, cuando comienza a perfilarse la resistencia al ocupante, una parte de la oficialidad, y el propio Winkelman, serán internados en campos de concentración.
La invasión ha costado a los holandeses 2.100 soldados muertos y 2.700 heridos. Las cifras alemanas nunca serán publicadas. Sólo se sabe que la Luftwaffe perdió -fuente holandesa- 525 aparatos, cifra que parece exagerada.
El mismo día 10 se inicia el ataque contra Bélgica. El éxito de la ofensiva reside, en gran parte, en el cruce de los canales (como el Alberto, muy fortificado, y otros, fortificados o no) y ríos, como el Mosa. Sobre el Canal Alberto, en el sur, se hallaba el fuerte de Eben Emael, considerado inaccesible desde tierra: el 10, de madrugada, 363 hombres -la operación de la ocupación fue llevada a cabo sólo por 72 hombres- descienden desde el aire sobre el fuerte, sorprenden a la guarnición de 1.200 hombres, capturan la plaza y los tres puentes de la zona, con sólo cinco bajas alemanas.
El mismo día capitula la plaza fuerte de Lieja, en el noreste. Ese mismo 10 von Bock efectúa la ruptura, el primer golpe del sistema defensivo del Mosa y cruza el Canal Alberto, considerado infranqueable.
El día 11 los alemanes han rebasado Lieja y han rodeado la principal línea defensiva enemiga. Ante esto, los franceses ponen en práctica la maniobra Dyle, para tomar contacto con las tropas belgas, pero van a ser incapaces de alcanzar la frontera oriental belga en el Canal Alberto, y situarse en la línea Amberes-Namur, sobre el Dyle.
Los belgas están resistiendo lo que pueden, pensando que el ataque por las Ardenas es una ofensiva secundaria e incluso de distracción -responsables de esta apreciación errónea son los generales Georges y Billotte-. Entre el 11 y el 12 puede verse ya claramente de qué se trata: los alemanes han concentrado el peso de su ofensiva en las Ardenas. Su maniobra les está saliendo bien. En cambio los francobritánicos ven cómo sus planes se vienen abajo. Entre las Ardenas belgas y francesas hay solamente unidades de caballería -con caballos, no con carros de combate- francesas que nada pueden hacer. Sobre la marcha, los franceses envían una división propia hacia el punto de avance alemán, pero nada puede hacer tampoco, salvo provocar mayor confusión -12-13 de mayo-. Los belgas están totalmente desmoralizados. Los franceses comienzan a estarlo. A nadie se le ocurre destruir los puentes sobre los ríos o efectuar ataques en los puntos de paso difícil, y los carros alemanes pasarán sin ser molestados hasta la frontera belgo-francesa.
Ante la situación, el rey, considera que es mejor rendirse, en contra de la opinión de su Gobierno y también del pueblo. El 13, en una proclama, define al ejército enemigo de una manera más bien desmoralizadora para las tropas belgas -"...equipado de manera netamente superior y apoyado por una formidable aviación...-. En el cuartel general de Leopoldo III, en el fuerte de Breendonk, se produce una agitada reunión: el rey dice -tras sólo cuatro días de lucha- que la guerra está perdida, que no se deben sacrificar más vidas, que los aliados no los han ayudado suficientemente. Los ministros protestan contra las consideraciones del rey. Este ha decidido ya capitular. Y es lo que hará días después.